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Los socios del Proyecto ECHO en América Latina y el Caribe están aprovechando sus redes de ECHO para crear programas que respondan a la actual crisis de salud mental de la región.
Ahora en ocho países, los equipos del programa de salud mental de ECHO en América Latina abordan retos arraigados: proveedores que no disponen de recursos suficientes para diagnosticar y tratar las afecciones de salud mental; el estigma general que rodea a la atención de salud mental; y la creciente carga de salud mental desde la pandemia del COVID-19, especialmente en lo que respecta al suicidio y la psicología de los adolescentes.
Para los proveedores de servicios sanitarios de América Latina, el modelo y la red de ECHO llenan un vacío para proporcionar formación y servicios a los que ellos, y sus pacientes, no pueden acceder de otro modo.
“En México [y en muchas partes de Latinoamérica], existe un estigma importante en torno a la salud mental. La gente se siente más cómoda hablando con un trabajador sanitario de la comunidad que con un psiquiatra. Los programas de ECHO marcan la diferencia que ninguna otra cosa puede marcar“, afirma Mauricio Tohen, que apoya la asociación de salud mental del Proyecto ECHO y SE-COMISCA como parte de sus funciones en el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Nuevo México.
Llegar a las comunidades más remotas
“Muchas ciudades y pueblos pequeños carecen de equipos de salud mental. ECHO ayuda a crear capacidad para que los proveedores de atención primaria puedan ofrecer servicios de salud mental a la población, junto con el apoyo de los proveedores de las ciudades o núcleos urbanos”, afirma la Dra. Sandra Romano, coordinadora del programa ECHO de la Universidad de la República en Uruguay, institución que ostenta el estatus de Superhub de ECHO.
El modelo ECHO funciona en América Latina porque los temas de aprendizaje pueden localizarse según los contextos culturales – y la tecnología es sencilla. En la actualidad, los socios de ECHO han puesto en marcha programas de salud mental en Argentina, Colombia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Uruguay y, más recientemente, Brasil.
“ECHO nos ha demostrado que podemos conectarnos como comunidad, incluso con barreras geográficas, con dispositivos sencillos”, afirma Juan Fernando García Cano, consultor de la Organización Panamericana de la Salud en Colombia y profesor universitario. “El corazón de estos [programas de ECHO] no está en la tecnología, sino en las personas y en los procesos. No siempre tenemos el último smartphone, la última tecnología disponible, pero tenemos la conexión [humana] más poderosa.”
Las zonas intensamente rurales, como las que sólo son accesibles por río o en la selva, son las que más se beneficiarán de los programas de salud mental en América Latina. “Ahora, los trabajadores sanitarios con poca o ninguna formación previa en salud mental aprenden de los especialistas cómo intervenir o derivar”, afirma la Dra. Yulissa Mosquera, experta en la materia del programa ECHO de salud mental de la OPS-RENATA. “Por primera vez, estos trabajadores sanitarios sienten que los problemas de salud mental pueden tener soluciones reales”.
“ECHO es un multiplicador interdisciplinario. Todo el mundo se une a través del modelo ECHO”, afirma la Dra. Ana María Martorella, de Rehue, una organización no gubernamental que promueve la salud de los adolescentes en Argentina utilizando el modelo ECHO.
Un nuevo enfoque de la salud mental
En México, muchos socios de ECHO incluyen aspectos de salud mental en otros programas. Sin embargo, tras la pandemia, el Instituto Mexicano de Psiquiatría puso en marcha su primer programa totalmente centrado en la salud mental en Chihuahua. La Dra. Marisa Morales, miembro del Instituto Mexicano de Psiquiatría y directora de su programa de salud mental de ECHO, inició el programa específicamente para aprovechar el trabajo existente de ECHO llegando a los proveedores de la comunidad rural.
Uno de los socios de ECHO desde hace tiempo, la Secretaría Ejecutiva Consejo de Ministros de Salud de Centroamérica y República Dominicana (SE-COMISCA) reúne a trabajadores sanitarios de ocho países y aplica el modelo ECHO a la diabetes, el VIH, la calidad de las pruebas de laboratorio, Long COVID y la salud de la mujer. Basándose en la red ECHO de Centroamérica, establecieron un nuevo programa centrado en la salud mental, con sesiones mensuales que ofrecen educación basada en casos sobre la enfermedad de Alzheimer, la ansiedad, la demencia, la depresión y el riesgo de suicidio en adolescentes.
Para saber más sobre los programas ECHO en salud mental, regístrese en la plataforma de telementoria iECHO.org .